Esto es lo que pasa cuando te subes a un Seat Tarraco

Es como coger un avión de Iberia después de haber estado mucho tiempo fuera de España.

Ponerte a los mandos de este coche es como volver a casa, es como reencontrarte con una tradición que evoca tiempos de familia, de viajes a la casa de la playa, de picnics bajo los árboles y de maletas y maletas llenas de cosas que jamás utilizaríamos en nuestros destinos. Todo eso evoca el Tarraco, solo que este Seat no es como aquellos que motorizaron España en los sesenta. El de ahora es grande, el más grande de la casa, para que nadie te clave el codo en las costillas aunque vayas en las plazas traseras. Y, por supuesto, para que puedas seguir llevando –y esto sí que es una tradición– exagerados montones de ropa por un «por si acaso» que nunca se llega a producir.

La versión que he probado, la de 1.5 litros de gasolina y 150 caballos, tenía cinco plazas, pero también las hay con siete si eres todavía de esas valientes que se ha atrevido a tener varios hijos. Y sí, gasolina porque los híbridos, eléctricos y demás oferta de última hora están bien, pero la gasolina sigue siendo la reina del asfalto hasta el punto de que casi el 60% de los coches que se venden apuestan por ella. La demonización que se ha hecho del diésel ha jugado muy a favor de esta tendencia, pero también que los motores modernos de gasolina, sin ser un dechado de eficiencia energética, han mejorado los consumos gracias a la incorporación de los turbos. Cierto que esta tecnología es casi tan antigua como el propio automóvil, pero ha evolucionado tanto que ya hace tiempo que son capaces de hacer una entrega progresiva de la potencia.

En el caso del Seat Tarraco, le ha permitido entregar los mismos 150 caballos que ofrecía antes, pero reduciendo la cilindrada de 2.0 litros a 1.5 gracias a la incorporación de un turbocompresor. Eso quiere decir que el consumo es algo menor, aunque la cifra oficial que anuncia la marca son 7,3 litros a los 100. A mí me dio 8 litros en los casi 1.000 km que he recorrido con él, poca variación respecto a lo que se estila en otras marcas, pero es que los 1,66 metros de altura le penalizan como ocurre con todos los modelos de su segmento tipo Skoda Kodiaq y Volkswagen Tiguan. De hecho, comparte con ellos la plataforma y muchas más cosas, solo que el Tarraco tiene tras de sí una marca ligada a la historia de España.

El interior no difiere mucho de otros modelos de la casa. La postura al volante está bien resuelta, con asientos cómodos y ajuste del apoyo lumbar. Hace cómodos los viajes porque en general el Tarraco es funcional, práctico e y con un abundante equipamiento de seguridad con asistente de cambio involuntario de carril, detector de ángulo muerto en los retrovisores, asistente de frenada automática de emergencia con reconocimiento de peatones y ciclistas y control de velocidad de crucero adaptativo. Aun así, esta versión te permitirá pocas veleidades aventureras porque solo tiene tracción delantera. Si quieres salirte del río del tráfico, mejor apuesta por las versiones 4×4. No te permitirán cruzar el Amazonas pero sí superar ciertos obstáculos y, quizá también sacar del maletero alguno de esos estilismos informales que metiste «por si acaso».

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